1.
ANTECEDENTES: LA LOGOGRAFÍA Reciben
la denominación de “logografía” una serie de manifestaciones en
prosa anteriores a Heródoto que constituyen el medio de expresión de
las investigaciones personales, por oposición a los relatos épicos. Se
trata de estudios cuasihistoriográficos que responden: -a
una necesidad práctica: *los
periplos (descripciones geográficas de puertos naturales, ríos, cabos,
golfos, fauna, flora y narraciones de viajes, de navegaciones costeras), *los
logoi (relatos etnográficos sobre las costumbres de diferentes
pueblos); -a
una necesidad de autoafirmación: *las
genealogías (de familias aristocráticas de los nuevos asentamientos,
de héroes epónimos fundadores de nuevas ciudades y emparentados con héroes
tradicionales del mundo griego), *los
relatos fundacionales (ktíseis), -a
un afán explorador: *la
geografía cartográfica o representativa, que traza un mapa de la oikouméne.
La
“logografía” se caracteriza por: -estar
escrita en prosa, -estar
escrita en dialecto jonio, -presentar
una incipiente jerarquización sintáctica: estilo paratáctico. La
figura más destacada es Hecateo de Mileto, que influyó en Heródoto.
Los datos que le sirvieron de base (y después, también a Heródoto)
son de tres tipos: -testimonios
escritos, -testimonios
orales, -averiguaciones
personales. No
conservamos su descripción de la tierra (Gés Períodos). 2.
HERÓDOTO Toda
esta literatura se haya contenida en la obra de Heródoto. De hecho, su Historia
es nuestro mejor testimonio para el conocimiento de la geografía del
siglo V a.C. 2.1.
Rasgos arcaicos de la obra de Heródoto. Por
tanto, la obra de Heródoto pertenece en gran medida al período
arcaico. Pero también presenta rasgos de paso al clasicismo y rasgos
propiamente clásicos. Se
le ha tildado de descuidado, pues, en comparación con Tucídides, no
hay en Heródoto propiamente una metodología. Desde el punto de vista
conceptual, pertenece a la época arcaica. La
propia estructura de la obra es arcaica. Es de
carácter triádico: la Historia de Heródoto se puede articular en: -una
historia de Lidia, -una
historia de Persia y -una
historia de enfrentamiento entre griegos y persas: las Guerras Médicas. El
tratamiento mismo de los hechos presenta también una
estructura ternaria: -introducción; -digresión:
relatos etnográficos y sobre la historia de los pueblos en conflicto; -narración
propiamente dicha de la campaña.
Rasgo
arcaico de la Historia de Heródoto es el explicar los hechos políticos
a partir de motivaciones puramente personales:
la causalidad va a estar motivada por el ser humano en su
individualidad. La reducción de la historia a anécdota personal es
característica de una amplia corriente de la literatura jónica. Se
explica porque las fuentes de Heródoto, y su misma obra, son
fundamentalmente literatura oral, que gusta de los motivos personales,
la anécdota y cierta tendencia a la maledicencia. La
importancia de los sueños como medio más directo de que se sirve la divinidad
para comunicar sus designios a los hombres es característico también
del pensamiento arcaico. Asimismo, los oráculos.
Su veracidad y su errónea interpretación por los hombres es un tema
frecuente en la obra de Heródoto. La sobreestimación de las facultades
humanas para interpretar los sueños es fuente de errores. El
carácter ineluctable del destino aparece frecuentemente en la Historia. El
reconocimiento de la inestabilidad de la naturaleza humana
es propio también del hombre arcaico, que se siente efímero e
impotente. Heródoto dice que va a tratar tanto de las ciudades grandes
como de las pequeñas, pues las grandes pueden llegar a ser pequeñas, y
viceversa. Arcaico
es además el carácter abierto de la obra de Heródoto. Es decir, no
sigue una estructura lineal, hasta llegar a su objetivo, sino que da
cabida a cualquier tipo de digresión. Y es que el hombre arcaico fija su
atención en los datos de la superficie: es lo que se llama “simplismo
de la realidad”. A ello responde el estilo paratáctico
(léxis
eiroméne), propio de la prosa primitiva. Consiste en la “organización no subordinativa de un período sintáctico, en el que se ponen de relieve de manera acumulativa todos los elementos que la componen”. Por otra parte, la Historia de Heródoto comparte con la épica, además del carácter abierto, la finalidad de conservar en la memoria las grandes hazañas del pasado.
Otro rasgo arcaico en
Heródoto es la gran influencia de la novela
en su obra. Podemos distinguir dos tipos de influencia de la novelística
jonia:
-La heredada de los pueblos orientales: tenemos antecedentes en
los siglos VII y VI a.C., aunque en Grecia no hay novela hasta el siglo
II a.C., en época alejandrina.
-La fábula milesia: historias truculentas, de relaciones
sexuales antinaturales, algunas de las cuales responden a motivos folklóricos
o a hechos más o menos reales.
Esta influencia se plasma en el gusto constante por las
anécdotas, las historias más o menos
reales, algunas fantásticas.
Todos estos rasgos explican su adscripción a la época arcaica.
Pero también presenta rasgos de tránsito del arcaísmo al clasicismo.
2.2. Metodología.
En Heródoto no hay una metodología histórica con la rotundidad
con la que aparece en Tucídides, aunque sí presenta una estructuración
jerárquica.
Las fases de su metodología son:
1. Autopsía
(autopsía): visión personal de los hechos que resultan intrínsecamente
destacables o contrastivamente llamativos. Se articula en: descripciones
geográficas, descripciones etnográficas y “lo destacable” (thomásia).
La autopsía es heredada de la “logografía”jonia.
2. Investigación personal
(historíe): obtención de datos de todo tipo:
-sobre todo orales;
-también de fuentes escritas:
*datos suministrados por los poetas (Hesíodo, Arquíloco, Safo,
Alceo, Ésquilo, Píndaro),
*inscripciones,
*listas oficiales,
*literatura oracular,
*literatura científica de su época (Hecateo, los presocráticos).
3. Opiniones personales
(gnómai):
Utiliza sobre todo dos procedimientos racionalistas:
-La interpretatio graeca: asimila a conceptos griegos
elementos de otros países o civilizaciones.
-Post hoc, ergo propter hoc: “después de esto, luego a
causa de esto”.
2.3. Rasgos clasicistas:
Finalmente, son rasgos propios del clasicismo:
-la influencia sofística, muy relevante (por
ejemplo, en Historia III,38),
-las concomitancias con Ésquilo, Sófocles.
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3. TUCÍDIDES.
3.1. Diferencias con Heródoto.
Tucídides no se presenta como un discípulo de Heródoto ni de
la “logografía” jonia. Sus maestros serán los sofistas.
La historia de Heródoto es una Historia Universal,
pues superando el marco local de las antiguas crónicas jonias, busca
una explicación del conflicto entre griegos y persas. En cambio, la
historia de Tucídides es, esencialmente, una historia
contemporánea, centrada en su patria, Atenas, aunque sin excluir a los otros
actuantes del conflicto. A diferencia de Heródoto, no le interesa el
pasado, sino en la medida en que éste pueda hacer comprensible el
presente.
Pero Tucídides no es sólo un historiador que se ocupa del
presente. Es también un historiador a quien ocupa el fenómeno político:
el poder, el imperialismo, las leyes que rigen la acción política. En
suma, es el descubridor de la historia política.
En efecto, la significación de Tucídides en el campo de la
historiografía es el paso de una perspectiva no política a otra política.
Otra diferencia con Heródoto es el descubrimiento de que existe
una zona de la actividad humana que tiene unas leyes propias y específicas:
el “poder” con todas las circunstancias que lo acompañan. Este
rasgo está en íntima relación con el hecho de que Tucídides haya
eliminado a la divinidad del devenir histórico. Su historia es, pues,
contemporánea y específicamente humana. Es una historia
racionalista y crítica, centrada en el hombre y que excluye totalmente
a los dioses del devenir histórico.
En cambio, la concepción de la historia de Heródoto
es teológica, lo que asemeja su obra a la de los grandes autores trágicos, como Ésquilo.
Para Heródoto, el devenir histórico se explica, de un lado, por la
tendencia al mantenimiento del equilibrio del universo por parte de la
divinidad cuando la hybris humana lo rompe y por la
responsabilidad del hombre en cada una de sus acciones, a pesar de estar
sometido a un destino inexorable.
Por otra parte, mientras que el objetivo de Heródoto
es dejar constancia de unos hechos para que no queden oscurecidos
y, por tanto, olvidados con el paso del tiempo, a la manera de Homero en
la épica, Tucídides se propone entender
y hacer entender a sus contemporáneos -y a las generaciones venideras-
el sentido último y las causas
que provocaron una guerra que él mismo vivió intensamente y en la que
participó de un modo tan activo. No le interesa, como le interesará a Heródoto, el pasado,
sino en la medida en que este pasado pueda hacer comprensible
el presente.
Mientras que el aparente desorden en que se presentan los hechos,
el gusto por la digresión y por la inclusión de datos etnográficos y
geográficos, relatos novelescos y discursos dan la impresión de una
falta de unidad en la obra de Heródoto, Tucídides evita los
excursos innecesarios y la acumulación de datos.
Las fuentes de Heródoto son principalmente orales,
aunque también escritas (Hecateo de Mileto, algunos poetas líricos, épicos
y trágicos). En cuanto a Tucídides, una fuente fundamental es Heródoto, aunque más importante
resulta el influjo de la sofística.
Pero también influyeron en él Homero y los trágicos, e hizo un
importante uso de las fuentes orales.
La lengua de Heródoto está basada en el dialecto jonio,
aunque tiene muchos elementos de origen homérico y ático. También
abundan en él las expresiones coloquiales. Su estilo se caracteriza por
el predominio de la coordinación
sobre la subordinación. En cambio, Tucídides utiliza la
lengua ática, aunque con
cierto sabor arcaico. Su estilo es elevado, con abundancia de
oraciones subordinadas, lo
que hace de él el verdadero creador de la prosa ática.
3.2. Semejanzas con Heródoto.
Ambos historiadores trataron de hacer una historia
objetiva.
Heródoto no presta atención a los factores socioeconómicos como motor de la historia, y Tucídides los trata con excesiva
superficialidad.
Ambos organizan cronológicamente los hechos dividiéndolos entre
los de invierno y los de verano.
Destaca en ellos el abundante uso de discursos,
utilizados para profundizar en las causas de los acontecimientos históricos.
Por último, la obra
de Tucídides estaba aún inconclusa a su muerte.
Y el final un tanto abrupto de la obra de Heródoto ha llevado a algunos
autores a pensar que estaba incompleta, si bien hoy se acepta que éste
sería el final querido por el autor.
3.3. Temática de la Historia de la Guerra del
Peloponeso.
Tucídides se propone historiar la guerra del Peloponeso, lo que
le lleva a meditar sobre el hecho del poder.
La guerra tiene lugar entre dos bloques, que se han formado por un
impulso que el historiador considera innato en la naturaleza humana. La conquista de un poder, de un imperio, presupone un plan. Pero, al
mismo tiempo, se precisa de unas ideas que permitan conservarlo y
aumentarlo. Si un imperio es el dominio del fuerte sobre el débil, éste
intentará sacudirse ese dominio, lo que conllevará el temor del estado
imperialista a perder ese poder y caer, a su vez, en manos de otro más
fuerte. Todo imperialismo implica los sentimientos de temor, honor y
utilidad, que aparecen reiteradamente en Tucídides cada vez que
reflexiona sobre el imperialismo y el afán de dominio sobre otros. En
efecto, el imperialismo constituye el centro de reflexión de
Tucídides sobre la guerra del Peloponeso. Las ideas políticas de Tucídides se han resumido en dos términos
concretos: “positivismo ético” e “intelectualismo”. El “positivismo
ético” se basa en que
la naturaleza y la conducta humana están determinadas por su entorno físico
y social. Pero el hombre astuto no se deja limitar por la sociedad y las
convenciones. El “intelectualismo”, por otro lado, se fundamenta en el papel que desempeña en la vida
humana la razón conscientemente calculadora, ante la que Tucídides
muestra constantemente su preocupación. La visión política de Tucídides tiende a una separación entre el
hecho político y el hecho moral, con lo que se anticiparía a
Maquiavelo. Muchos críticos germanos han sostenido que Tucídides es un
defensor de la política realista encarnada en la ley del más
fuerte, que constantemente defienden en sus discursos los líderes atenienses.
3.4. Metodología. En cuanto a la metodología, Tucídides dedica un par de capítulos de
su primer libro a exponer, al menos en parte, el método seguido. Afirma
que, en lo formal, su obra consta de dos elementos básicos: los
discursos y la
narración de los hechos.
Da fe de su objetividad
insistiendo en los esfuerzos realizados para acercarse a la realidad de
lo sucedido. En
cuanto a los discursos,
señala las dificultades que tenía para conocer el contenido exacto de
las palabras pronunciadas, pero afirma que se ha procurado
conservar la idea exacta de lo que realmente se dijo.
En lo que atañe a los hechos, asegura que sólo aceptó la información
de quienes le ofrecían garantías. Sin embargo, la innegable semejanza estilística de los
discursos es un argumento
de peso en contra de la absoluta objetividad de tales discursos. Otro
argumento es su brevedad,
comparados con los discursos reales pronunciados en asambleas
atenienses. El discurso tucidídeo parece ser una elaboración
concentrada, poco apta para el público corriente. Están escritos
para ser leídos, no pronunciados. Además, hay numerosos discursos que tuvieron que ser pronunciados, no en ático, sino en la
lengua propia de cada uno de los oradores (Esparta, Corinto, Corcira, Siracusa). Y se plantea el problema de si
la oratoria en tales Estados había alcanzado el grado de desarrollo que
alcanzó en Atenas en la segunda mitad del siglo V a.C. Por otra parte, no todos los discursos de la Historia de Tucídides
responden a las mismas finalidades ni pertenecen al mismo género. Están
los deliberativos, los epidícticos o de elogio, las arengas
de los generales antes de
las batallas. En cuanto a la narración de los hechos, Tucídides realiza una
crítica profunda de la información recibida de los mejores testigos.
Además, no se limita a exponer los hechos, sino que añade
comentarios y juicios arbitrarios
sobre estos mismos hechos. Opina, interpreta, selecciona, omite, cambia.
Se plantea, pues, el problema de la objetividad de Tucídides.
Se ha estimado que tal actitud delataría una mentalidad política
de corte oligárquico en
nuestro historiador. Tucídides es una mente lógica y racionalista,
que somete los hechos a una selección y a un análisis racional,
limitados por su modo de ser, su ideología, como sucede con todo
historiador. Formado en la metodología epistemológica de los
sofistas, desarrolla una
tesis concreta a partir de los datos obtenidos. Inicia su Historia asegurando que es la guerra más
importante que ha conocido el mundo helénico. Lo confirma el que los dos bandos van a la guerra en el momento
culminante de su potencia económica y bélica, y el que todo el mundo
helénico forma bloque con uno u otro bando. Para probarlo, elabora una
reconstrucción del pasado helénico, la famosa archeología.
Defiende constantemente la tesis de que la guerra del
Peloponeso era inevitable, ya que fue provocada por el temor de Esparta al engrandecimiento del
poder de Atenas. Ni Pericles fue en absoluto responsable de la misma ni
ninguno de los pretextos aducidos por Esparta y sus aliados fue la
verdadera causa del conflicto. La política de
Pericles, para el
historiador, era la única posible.
La razón de que se perdiera la guerra se hallaba en un alejamiento
radical de su estrategia, especialmente en la expedición a Sicilia. Tucídides aparece como un conocedor de los grandes avances
científicos de su tiempo.
Traspuso al campo de la historia política los métodos prognósticos
de Hipócrates. Así,
emplea el término próphasis para expresar la noción de
causalidad, como hicieran los textos hipocráticos. En efecto, es
característica de Tucídides la distinción entre pretextos (aitíai)
y causa verdadera (alethestáte próphasis). También emplea
otras nociones hipocráticas, como “naturaleza humana” y
“aspecto”. Y, del mismo modo que los tratados hipocráticos ofrecían
una enseñanza útil, también la Historia de Tucídides era un
libro en el que podían aprender los futuros estadistas,
dada la unidad e inmutabilidad de la naturaleza humana. 3.5. Estructura. No obstante estas consideraciones, modernamente se ha producido una
reacción que pretende ver en Tucídides no al científico, sino al
artista, no al historiador objetivo, que se ajusta estrictamente a la
verdad, sino al “reportero” que pretende ofrecer una narración
perfecta, inventando, si era necesario, discursos e incluso hechos. Pero
el estudio de los procedimientos artísticos de Tucídides ha sido
llevado a extremos tales que se valora altamente al artista a costa de
hacer desaparecer al historiador. J. de Romilly afirma que la Historia
tucidídea aparece como una verdadera construcción en la que nada
es abandonado al azar. Pero, como afirma Gomme, el historiador, en su narración, no puede
evitar ser un artista: en toda buena historia hay, inevitablemente,
ciencia y arte. De entre los modernos estudiosos que han adoptado este principio y que
han intentado ir a la búsqueda del elemento artístico en Tucídides,
sin empañar sus cualidades de historiador, destaca H. R. Rawlings. Este autor ha sabido poner de relieve los
elementos básicos de la gran construcción artística que es la obra de
Tucídides. El autor acepta la tesis de que Tucídides tuvo conciencia clara de que
en la guerra se produjo un “corte” con la paz de Nicias. Era
consciente del profundo contraste entre las dos partes de la guerra: en
la primera parte los Espartanos tenían conciencia de su propia
culpabilidad en la guerra, en tanto que en la segunda son los Atenienses
quienes rompen las hostilidades y se lanzan a la invasión de Sicilia,
que tan mal acabará. Todo el libro I y una parte del VI (1-93) se conciben como una
introducción a cada una de las dos partes de la obra, y presentan una
organización paralela. Según Rawlings, la estructura historiográfica de la obra de Tucídides
la componen tres elementos: selección, énfasis y yuxtaposición. Lo dicho, lo seleccionado, es aquello que Tucídides considera
“historiable”, es decir, importante. El énfasis es la importancia
que el autor concede a aquello que ha seleccionado. Y la “fuerza dramática”
que merecía recibir un hecho se manifiesta en Tucídides de muy
diversas formas: -una “narración cargada de patetismo”: la peste, la revolución de
Corcira; -un “diálogo formal”: el de la Conferencia de Melos; -un “diálogo indirecto”: el debate sobre Delión en IV, 97-99; -un “discurso en estilo directo”: los de Pericles; -una “antilogía” o debate formal: el debate de Mitilene. Y mediante la yuxtaposición hace que un hecho siga a otro sin solución
de continuidad, poniendo de relieve el contraste que descubre o cree
descubrir. Aparte de las correspondencias, ya señaladas, entre los libros I y VI,
indica otras entre los libros
II y VII, cuyas
contraposiciones giran en torno a los dos personajes centrales de cada
uno de los libros: en el II, Pericles, y en el VII, Nicias. Señala
también paralelismos entre los libros III y VIII.
Pero, a medida que los libros avanzan, las correspondencias son menores. Tucídides innova en su proemio. En cuanto a las digresiones y excursos,
Heródoto es un auténtico precursor suyo. Pero se diferencian en que en
Heródoto tienen una finalidad en sí mismos, mientras que en Tucídides
cumplen una función específica. Tucídides es, en suma, un historiador con unas enormes cualidades
literarias que hacen de él un gran artista, sin dejar de ser
un gran historiador. 3.6. Estilo. Sus cualidades artísticas se complementan perfectamente con su estilo y
su lengua. Si con los logógrafos, primero, y con Heródoto, después,
la lengua jónica se había erigido en supremo vehículo de la
historiografía, Tucídides dará un giro a esta tendencia: después
de él, el ático será la lengua en que se escribirá la historia.
Un ático que evitará todo lo que suene a localismo, y que se alejará
del uso cotidiano. En su estilo destaca el carácter poético de su léxico, la frecuencia
de las figuras retóricas, la dureza y la concisión. En efecto, el léxico tucidídeo está plagado de elementos poéticos:
términos y construcciones épicas, especialmente de Homero, expresiones
y palabras de la tragedia. Toma también préstamos jonios y crea numerosos neologismos, la mayoría de los cuales sólo reaparecen en autores tardíos o en
imitadores de Tucídides. En cuanto a las figuras estilísticas, abundan la antítesis,
la parísosis o simetría sintáctica,
la metabolé o variatio,
la exallabé o distanciamiento de la expresión
habitual, el homoioteleuton
o empleo de palabras con finales idénticos. Pero lo más característico del estilo tucidídeo es la dureza de la
construcción, constituyendo la variatio el verdadero
principio estilístico de Tucídides,
un procedimiento por el cual el autor coordina en la frase elementos que
no casan entre sí: un adjetivo con un adverbio, por ejemplo. En la misma línea está la frecuencia del anacoluto.
También el paréntesis
es un rasgo frecuente en Tucídides. La concisión es
otro rasgo tucidídeo: tiende a la economía sintáctica y léxica, a la
expresión breve, telegráfica a veces, que obliga al lector a prestar
constantemente atención. La sintaxis responde a la léxis katestramméne o estilo
periódico subordinativo. Por último, en el libro I se han descubierto elementos arcaicos como la ringkomposition o composición en anillo.
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