1.      Introducción.

La épica es un género literario que narra en forma de poema las hazañas de los héroes que dan gloria a un pueblo y cuyo comportamiento glorioso acaba convirtiéndolos en modelo de virtudes varoniles (valor, fidelidad, nobleza, entrega).

Esta poesía aparece en las literaturas más antiguas de todos los pueblos.

Las narraciones pueden estar basadas en hechos reales o ficticios. En muchas ocasiones, existe un núcleo de realidad que está mezclado con otras acciones inventadas.

Este tipo de poesía solía ser cantada por unos profesionales (los aedos o los rapsodas en Grecia, los juglares en la Edad Media) que iban de pueblo en pueblo y reunían a las gentes en las plazas, donde recitaban sus poemas.

La poesía épica es poesía objetiva, pues el poeta actúa como simple narrador de unos hechos ajenos a él y en los que para nada interviene.

En casi todas las culturas, la poesía épica tuvo dos etapas:

-una primera oral, en la que el juglar repite con pequeñas variaciones una serie de cantos de héroes y personajes míticos que él a su vez ha aprendido de otros juglares, sin que intervenga la escritura, y

-una segunda en la que el juglar, utilizando la escritura, crea sus propios poemas a partir de una serie de temas y motivos legados por la tradición. Ésta es la etapa de poesía culta y es a ésta a la que pertenece Homero.

 

 

2.      Homero y la tradición oral.

El origen de la épica en Grecia hay que situarlo en época micénica. Esta épica micénica, a pesar de la existencia, ya en esa época, de la escritura, debió de ser de composición y transmisión puramente oral.

Sabemos poco del contenido de la épica micénica, aunque podemos suponer que debió tratar de las proezas de héroes como Teseo y Heracles, de gestas de guerra como la de los Siete contra Tebas o de grandes expediciones como la de la nave de Argos, motivos aludidos en la propia Ilíada y anteriores a la guerra de Troya.

Pero hay que pensar que eran más breves que los poemas de Homero, a la manera como se sugiere que eran los que improvisaba Aquiles en su tienda o los que cantaban los aedos Femio y Demódoco mencionados en la Odisea.

La Ilíada y la Odisea de Homero suponen para nosotros el comienzo de la literatura griega.

Aunque algunos autores han llegado a negar incluso su existencia, en general se está de acuerdo en que el autor de la Ilíada y la Odisea, llámese o no Homero, era de origen jonio (de la ciudad de Esmirna o quizá de la isla de Quíos) y desarrolló su labor sobre el siglo VIII a.C., en un momento en que los griegos volvieron a “descubrir” la escritura, alfabética esta vez, tras la caída de la civilización micénica por causa de los dorios.

Utilizando la escritura, Homero reunió en sus poemas todo un bagaje de leyendas, mitos y héroes que los aedos o juglares griegos habían cantado durante siglos. Así pues, Homero se sitúa al final de una larga tradición de poesía oral. Con él, por tanto, la épica o epopeya griega se convierte en un género de poesía culta y pasa a ser a su vez maestro indiscutible del género, tanto para griegos como romanos.

La épica homérica contiene temas tomados de la poesía del cercano Oriente. Son notables los paralelos existentes entre la Ilíada y la Odisea (y también la Teogonía y los Trabajos y Días de Hesíodo) y los textos orientales conservados en versiones sumerias del poeta Gilgamés. Tales temas pudieron llegar a Grecia durante el período micénico en la época de los intensos contactos entre el imperio micénico y el Ugarit del siglo XV a.C.

Pero hay otros argumentos más convincentes de la existencia de una épica anterior incluso al hecho de la guerra de Troya:

-Lugares geográficos de la Edad del Bronce, que presenta el Catálogo de los aqueos en el canto II (y también otras referencias locales pertenecientes a relatos anteriores a la guerra de Troya), eran famosos en época micénica y, en general, desaparecieron con la caída del imperio micénico. Su recuerdo sólo pudo perdurar a través de su mención en la poesía oral.

-Costumbres, creencias y objetos materiales desaparecidos después de la caída de Micenas y cuyo conocimiento directo era imposible en los siglos VIII y VII a.C. Los objetos materiales son los que aportan, sin duda, las pruebas más convincentes: el escudo corporal, el casco de cuero con dientes de jabalí, la espada tachonada de plata, la copa de Néstor, etc.

-El análisis de la lengua homérica permite constatar la presencia de antiquísimos elementos dialectales de la misma época micénica.

-Aunque es por pura coincidencia que algunas frases de las tablillas micénicas presentan un ritmo dactílico, sin embargo muestran la adaptabilidad del micénico al hexámetro, el metro de la épica. Además, el hexámetro se revela como muy arcaico, pues fórmulas que en Homero son arcaicas están métricamente bien formadas, lo que demuestra que el hexámetro tiene que ser anterior a dichas fórmulas.

-Ciertas frases homéricas parecen provenir con cierta seguridad de la poesía micénica.

Así, los epítetos épicos con que son descritos los lugares geográficos que aparecen en el Catálogo del canto II son distintos de los habituales para los nombres de lugar en el resto del poema. Estos epítetos que corresponden a ciudades desaparecidas tras el colapso micénico deben haberse transmitido por tradición poética. Lo mismo sucedería con los epítetos por los que eran recordados los personajes.

También la coincidencia de muchos nombres propios de las tablillas con los de los héroes homéricos (Héctor, Aquiles, Peleo, Ayax, etc.) pueden aportar una prueba más de su ascendencia micénica en Homero.

 

Los poemas homéricos son el reflejo de una larga tradición compleja que se extiende a lo largo de varias centurias, desde la fecha de la guerra de Troya, e incluso antes, hasta que algún poeta genial les dio la forma monumental que presentan.

Es seguro que, después de la invasión doria, los aqueos y sus descendientes siguieron viviendo en las zonas menos afectadas por ella. Allí debió de ser donde se transmitió la poesía en forma oral. El lugar que, sin duda, mejores condiciones reunía fue Atenas entre los años 1100 y 950 a.C., pues fue la única ciudad que escapó a los ataques y a los incendios, y en ella se debieron refugiar otros micénicos procedentes de Peloponeso, Tesalia y Beocia. De allí saldrían las migraciones haica Asia Menor.

Este largo período de transmisión de la épica no fue una simple fase reproductiva sino también creativa.

Fue probablemente en las fiestas aristocráticas, en los palacios y en los festivales religiosos, e incluso en ambientes populares donde la poesía épica se desarrolló y se enriqueció con nuevas aportaciones.

Que detrás de Homero existe toda una tradición oral se puede constatar por una serie de rasgos de su poesía:

1. El tema de sus poemas, los sucesos relacionados con la legendaria guerra de Troya, pertenecen a un pasado ya lejano para él (siglo XIII a.C.).

El conocimiento de esa guerra, de las hazañas de los supuestos héroes que en ella participaron, de aspectos de la cultura material de entonces (palacios, armas, vestidos, etc) sólo pudieron llegarle por tradición oral.

2. Esos hechos debían de ser conocidos por su público, pues los personajes de sus poemas son introducidos sin que se cuente nada de su pasado.

3. En ocasiones, el propio Homero nos presenta a los aedos cantando acompañados de un instrumento musical de tres o cuatro cuerdas, la forminge.

            4. La lengua poética usada por Homero, que es una lengua artificial y llena de arcaísmos, constituida básicamente a partir del jonio pero con elementos de otros dialectos, como el eolio o el arcado-chipriota, con formas que en su época ya se habían perdido.

Hay también formas que no pertenecen a ningún dialecto, sino que fueron creadas, por analogía con formas reales, por los aedos debido a necesidades métricas.

Otras formas son tardías sólo en relación con toda la historia de la tradición oral, pero son obra del propio autor de los poemas en su forma definitiva.

En resumen, la lengua de Homero se nos presenta llena de complejidades y aparece como el producto de generaciones de poesía oral.

            5. El uso de un lenguaje formulario, consistente en un conjunto de frases hechas y expresiones fijas que se repiten continuamente y en lugares fijos para expresar contenidos idénticos.

Se evitan así duplicaciones de fórmulas de igual valor métrico y contenido semejante, condición indispensable para que el aedo pueda retener en la memoria el repertorio formular.

Una fórmula puede estar constituida por una simple palabra, cuando aparece sistemáticamente en el mismo lugar del verso, por un nombre y su epíteto (la fórmula más corriente), por una frase, por un verso completo o por un grupo de versos (las escenas típicas).

6. El empleo de ciertos recursos estilísticos:

-comparaciones,

-epítetos épicos, usados sistemáticamente para referirse a personajes u objetos (Atenea, la de los ojos de lechuza; Aquiles, el de los pies ligeros; veloces naves),

-catálogos (largas enumeraciones de guerreros, pueblos que participan en el combate, etc),

-invocaciones a las Musas,

-digresiones (narraciones o relatos que se alejan de la acción principal), escenas típicas (batallas, armamento de guerreros, visitas, reuniones de la asamblea, sacrificios, juegos, discursos).

Todos estos rasgos se encuentran en poemas épicos de otras culturas, como el Ramayana y el Mahabharata de la India, el Poema de Gilgamesh de los sumerios, el Beowulf inglés, la Canción de Roldán francesa, los Nibelungos de la cultura germánica o el Poema del Cid castellano. Estas coincidencias se explican porque la épica griega se encuadra dentro de la gran épica de los pueblos indoeuropeos.

                  

     

3.      El fondo histórico de la Ilíada.

            En la Ilíada hay un innegable fondo histórico, como suele ocurrir en la épica, aunque sometido a toda clase de deformaciones.

            Sabemos, gracias a las investigaciones de Schliemann y otros, que la Troya descrita en la Ilíada fue real y corresponde a la que los arqueólogos llaman VII A, destruida por un violento incendio hacia el 1230 a.C.

            También es muy probable la hipótesis de una conquista de Troya por parte de los aqueos o micénicos. La privilegiada posición geográfica de Troya, que controlaba el paso marítimo entre el Egeo y el Mar Negro y la ruta terrestre entre Europa y Anatolia en el mismo paso de los Dardanelos, así como su gran riqueza textil y ganadera, pudo provocar una expansión de los griegos micénicos en el momento de mayor auge. Pero existen datos hititas que nos aclaran mejor las circunstancias de una posible expedición griega, como supone Page. Identifica a los Ahhijawa de los documentos hititas con los aqueos asentados en la isla de Rodas. Y afirma que la guerra de Troya se ambientaría en una lucha entre los hititas y los pueblos de la costa de Asia Menor. Los anales del último emperador hitita de 1250 a 1220 hablan de que hubo un enfrentamiento de éste con una alianza de pueblos y ciudades que abarcan desde Licia a Troya y que coinciden aproximadamente con los que la Ilíada cita como aliados de los troyanos. Tras deshacerse de los hititas, surgieron conflictos entre los aliados: los micénicos de Rodas irían contra los troyanos y sus aliados. Si la expedición griega contra Troya partió únicamente del reino de Ahhijawa o, si como pretende la tradición, participó en ella toda Grecia al mando de Agamenón, es algo que no se puede saber.

            En todo caso, parece claro el fondo histórico de la Ilíada. Un acontecimiento de especial envergadura como pudo ser esta expedición pasó a formar parte importante del acervo épico tradicional, fundiéndose con otros motivos heroicos como la ira de Aquiles.

            Con todo, estos poemas se gestaron después de la invasión de los dorios y de la ruina de Micenas. Es muy probable que su autor haya visto la realidad a través del cristal de su propia fantasía, aunque haya tratado de respetarla en líneas generales. Así, los poemas homéricos, aunque por su tema se refieren al mundo micénico y, de hecho, conservan rasgos pertenecientes a la civilización micénica, en realidad reflejan el mundo griego del siglo VIII a.C., la época en que los regímenes aristocráticos se encuentran en pleno desarrollo, en que se está formando la polis, en que se ha iniciado la colonización del Mediterráneo y, por tanto, los contactos con tierras lejanas.

 

            Exponemos a continuación los principales rasgos del mundo de los poemas homéricos:

1.      Cultura.

La civilización que Homero pretende reflejar pertenece a la Edad de Bronce, pero ya aparecen algunos vestigios del uso del hierro.

Los héroes de Homero no conocen la escritura.

2.      Política.

No existe aún la polis, es decir, la ciudad-estado, tal como la concebían los griegos de la época posterior. La unidad política de Homero es ya la polis, pero está gobernada por un rey elegido, asistido por un consejo de notables. Este rey es el propietario más rico o el guerrero más valiente. Ambos ceden el puesto cuando sus fuerzas físicas se debilitan.

Los propios hijos de los reyes cuidan los rebaños. Los grandes señores trabajan personalmente sus tierras. Las mujeres de los caudillos tejen, hilan y realizan las tareas domésticas.

3.      Organización militar.

En la lucha no intervienen tropas de caballería. Los caudillos utilizan los carros para ir al combate, pero se apean al acercarse al enemigo, y para perseguirlo o para huir de él.

Los caudillos parecen impulsados más por el afán de gloria personal y de botín que por otros móviles más dignos. Luchan o dejan de hacerlo según su estado de ánimo y se limitan a realizar correrías de pillaje o expediciones de castigo. Falta organización y disciplina militar.

No se conoce el arte de conquistar ciudades al asalto.

4.      Economía.

            Se trata de una economía rudimentaria. La agricultura, la ganadería y la pesca son las ocupaciones básicas. Apenas existe la división del trabajo. Las relaciones comerciales son escasas y se desconoce el uso de la moneda.

            Sin embargo, los datos arqueológicos sobre la época micénica nos muestran una civilización más avanzada, en la que era normal la división del trabajo, la organización militar, la escritura y otros aspectos culturales ignorados en los poemas homéricos.

5.      Ocio.

            Los deportes son considerados como mera preparación para la guerra. Las principales actividades deportivas son la natación, la caza y el atletismo.

            La fiesta social por excelencia es el banquete. En él se distraen con la charla, la música y el canto.

6.      Comidas.

Se caracterizan por la sobriedad. Su único condimento es la sal. El manjar predilecto es carne asada a la brasa. Beben vino mezclado con agua.

7.      Religión.

Aunque lo impregna todo, no encontramos un verdadero espíritu religioso.

            Los dioses intervienen constantemente en los asuntos de los hombres. Pero son dioses creados a imagen de los hombres, y carecen de toda superioridad intelectual o moral sobre los mortales.

            Los sacrificios a los dioses son normalmente suplicatorios, es decir, para conseguir un favor. No abundan los de acción de gracias y menos aún los expiatorios. Aunque no sean cien las víctimas, ni se trate de bueyes, los sacrificios masivos reciben el nombre de “hecatombes”.

            Existen sacerdotes profesionales, que se ocupan de los sacrificios, y adivinos, que interpretan la voluntad de los dioses, manifestada a través del vuelo de las aves, sueños y otros prodigios.

            El hombre homérico no tiene esperanza en una vida de ultratumba feliz. La gloria es la inmortalidad a que puede aspirar.

8.      Moralidad.

            Las acciones gloriosas de los héroes son transmitidas por el poeta con el fin de que sirvan de ejemplo a las generaciones futuras.

            Además, el hecho de que la sociedad homérica considere dignos de respeto a los ancianos, a los mendigos, a los suplicantes y a los extranjeros pone de manifiesto unos valores tradicionales.

            Así, los poemas homéricos fueron para los griegos fuente de moralidad y de consejos para la vida práctica. De hecho, constituyeron durante muchos siglos la base de la educación de la juventud helénica.

 

            Este cuadro cultural que refleja la Ilíada es artificial, y resulta de la confluencia de diferentes aportaciones de diversos períodos.

            Resulta muy difícil, a veces imposible, establecer una estratificación de los hechos culturales del poema.

            Los objetos y prácticas claramente micénicas mencionadas en el poema son pocos. Entre los objetos caídos en desuso antes del siglo XIII a.C. según los datos arqueológicos, cabe mencionar:

            -el escudo que cubre el cuerpo entero, asociado a Ayax,

            -la espada tachonada de clavos de plata,

            -el casco de cuero con incrustaciones de dientes de jabalí,

            -el tipo de copa utilizada por Néstor.

            Entre los siglos XI y VIII a.C. (“época oscura”o “edad media griega”) pueden fecharse otros objetos y prácticas:

            -el empleo de dos lanzas arrojadizas que sustituyeron a la lanza única micénica larga y de esgrimir,

            -la práctica de incineración de cadáveres (durante la época micénica se practicó la inhumación),

            -la mención del hierro y de ciertas prácticas de incrustaciones de metales,

            -la incorporación de Apolo al panteón griego,

            -el uso del escudo pequeño metálico y el de las grebas metálicas.

            A los siglos VIII a VI a.C. (“época arcaica”) pertenecen:

            -las referencias a templos techados y separados,

            -la cabeza de Gorgona como motivo de decoración, habitual en el siglo VII a.C. y de tendencia orientalizante,

            -la referencia a la táctica hoplita (uso de tropas con armadura completa, que luchan en filas apretadas),

            -la mención del carro de cuatro ruedas.

 

4.      La Ilíada y la Odisea: argumento.

            Los poemas homéricos giran entorno a la guerra de Troya. En la Ilíada se narran los últimos episodios de la guerra y en la Odisea se relata el regreso de Ulises a su patria Ítaca después de múltiples aventuras.

            Estos hechos se enmarcan en una serie de leyendas que mencionamos a continuación por orden cronológico:

            -Las bodas de Tetis y Peleo y el juicio de Paris.

            -El sacrificio de Ifigenia en Aulide.

            -La discordia entre Agamenón y Aquiles ocasionada por la necesidad de devolver a Criseida a su padre Crises, sacerdote de Apolo, para aplacar la cólera del dios.

            Aquí comienzan los hechos narrados por la Ilíada. Los griegos se hallan en el décimo y último año de la Guerra de Troya.

            -La cólera de Aquiles, la muerte de Patroclo a manos de Héctor, la vuelta de Aquiles a la lucha para vengar a su amigo y la muerte de Héctor a manos de Aquiles. La obra termina con la visita de Príamo a la tienda de Aquiles y la devolución del cadáver de su hijo Héctor, para que reciba las honras fúnebres.

            -La llegada de las Amazonas a Troya en defensa de la ciudad y la muerte de su reina Pentesilea a manos de Aquiles.

            -La muerte de Aquiles, que al pretender asaltar Troya, es herido en su vulnerable talón por una flecha envenenada de Paris y muere.

            -La llegada de Neoptólemo desde la isla de Esciros y del arquero Filoctetes, quien da muerte a Paris, desde la isla de Lemnos.

            -El robo del Paladion, imagen de Palas Atenea, protectora de la acrópolis de la ciudad de Troya, y la construcción del caballo de madera.

            -La introducción del caballo de madera en Troya, pese a las advertencias de Laocoonte, estrangulado por dos enormes serpientes, y a los prudentes avisos de Casandra, la adivina a quien nadie daba crédito por voluntad de Apolo.

            -La destrucción de Troya, la muerte de sus héroes, el funesto destino de las mujeres supervivientes, que son repartidas como esclavas entre los vencedores, y la violación de Casandra por Ayax en el propio templo de Atenea, quien castiga a los griegos en su regreso a sus respectivas patrias.

            -El regreso de Agamenón a Micenas y Argos, en donde es asesinado por su esposa Clitemnestra, ayudada por Egisto, su amante.

            -La llegada de Menelao a Esparta, después de que una tempestad lo desviase a Egipto. Desde Esparta se encamina a Micenas, adonde llega poco después de haber vengado Orestes la muerte de su padre Agamenón, matando a su propia madre y a Egisto.

            -El retorno de Ulises a Ítaca diez años después de terminar la Guerra de Troya, tras superar múltiples aventuras a que se ve impulsado por la cólera de Poseidón. Estos hechos constituyen el argumento de la Odisea.

 

5.      La Ilíada y la Odisea: temática, estructura y contenido.

           5.1. Temática.

           Si el tema de la Ilíada es la cólera de Aquiles, el de la Odisea lo es la cólera de Poseidón.

           5.2. Estructura y contenido.

           La Ilíada consta de 24 cantos y algo más de quince mil versos, todos ellos hexámetros dactílicos.

           El poema narra la cólera del héroe griego Aquiles, que tras discutir con el rey Agamenón por la esclava Briseida, se retira del combate. Sólo volverá tras sufrir los griegos grandes pérdidas y después de morir su amigo y servidor Patroclo a manos de Héctor, el principal héroe troyano. Tras su regreso matará a Héctor, exigiendo a su padre Príamo un elevado rescate por su cadáver.

           La acción tiene lugar en el último de los diez años que duró la guerra de Troya, y casi toda ella transcurre en el campo de batalla o en el campamento.

           La Odisea se compone igualmente de 24 cantos y algo más de doce mil versos, también hexámetros dactílicos.

           Este poema no sigue en su relato el orden cronológico de los hechos narrados. Recoge tres núcleos temáticos principales:

           -el regreso del héroe Odiseo o Ulises de la Guerra de Troya a su patria Ítaca a través de un largo periplo que duró diez años,

           -los intentos de su hijo Telémaco por encontrarlo y

           -la matanza de los pretendientes que aspiraban al trono de Ítaca y a la mano de Penélope, la esposa de Odiseo.

            Cada uno de esos núcleos temáticos constituye una parte del poema, de manera que éste se puede dividir en tres partes:

            -La primera (cantos I al IV) cuenta las aventuras de Telémaco, el hijo de Ulises. Han transcurrido veinte años desde que Ulises partió para la Guerra de Troya y diez desde que ésta terminó. Telémaco, convertido ya en hombre, vive con su madre Penélope en su palacio de Ítaca, invadido por una turba de osados pretendientes, que acosan a la reina para que se decida a casarse con uno de ellos. Atenea, tomando la figura del viejo preceptor Méntor, anima a Telémaco a que visite a los viejos compañeros de armas de su padre para que le den noticias de él. El hijo de Ulises emprende el viaje burlando la vigilancia de los pretendientes. Aunque es bien acogido por Néstor en Pilos y por Menalao y Helena en Esparta, no pueden darle noticias sobre el paradero de su padre. Mientras tanto, los pretendientes tienden a Telémaco una emboscada, cuyo desenlace queda aplazado hasta el final de la obra.

            -En la segunda parte (cantos V al XII), Zeus envía a Hermes a la isla en donde Calipso retiene desde hace siete años a Ulises. Este abandona la isla en una balsa, pero Posidón, a cuyo hijo Polifemo ha cegado el héroe, le hace naufragar. Se salva a nado y llega al país de los feacios, exhausto y maltrecho. Allí encuentra en primer lugar a la princesa Nausícaa y sus sirvientas, quienes lo conducen a la ciudad. El rey Alcínoo le brinda su hospitalidad. Ulises revela a los feacios su identidad y relata sus aventuras:

           *la llegada al país de los lotófagos,

           *el episodio de Polifemo,

           *la llegada a la tierra de los lestrigones,

           *la visita a la isla de la maga Circe,

           *el descenso a los infiernos para consultar al adivino Tiresias el camino de regreso a Ítaca,

           *la aventura de las sirenas, de Escila y Caribdis y de las vacas del Sol,

           *el naufragio y su llegada a la isla de Calipso.

           -En la tercera y última parte (cantos XIII a XXIV), los dos relatos precedentes se fusionan para formar uno solo. Ulises vuelve a su patria disfrazado de mendigo harapiento. Telémaco llega también, después de burlar a los pretendientes con la ayuda de Atenea. Ulises es reconocido por su hijo y con él organiza la lucha contra los pretendientes. Los aniquila y recupera el reino.

 

            A los elementos aportados por la tradición oral, Homero añadió ciertos rasgos propios que dieron personalidad a su obra:

            -Creó unos poemas mucho más largos que los cantos de los aedos, organizados alrededor de las peripecias de un héroe principal con las que se entrecruzan las de muchos otros personajes menores.

            -Introdujo más intensidad y dramatismo en la acción.

            -Realizó una selección consciente del material que le había llegado por tradición oral.

            -“Humanizó” deliberadamente a sus héroes, dotándoles de virtudes tales como el amor a la patria, al amigo, etc.

6.      Hombres y dioses en Homero.

Dioses y héroes son los protagonistas de los poemas homéricos.

            Los dioses ofrecen unos rasgos muy característicos:

-Se asemejan a los hombres por su aspecto, pasiones, vicios y virtudes, es decir, son antropomórficos. Sólo se diferencian por su inmortalidad y por ser superiores en fuerza, belleza o inteligencia.

-Están ordenados jerárquicamente, siendo Zeus el más importante, al que todos obedecen y con el que están emparentados de una forma u otra todos los dioses principales. Poseidón y Hades son sus hermanos, y con ellos comparte el gobierno del mundo. Hera es su esposa y hermana. Palas Atenea, Apolo, Artemis, Dioniso, Ares, Afrodita, Hermes son hijos suyos, fruto de distintas uniones. Deméter es su hermana. Hefesto es hijo de Hera. Todos ellos forman una familia y llevan una vida feliz y despreocupada en el Olimpo.

-Se dedican a la guerra, a los juegos y a la música, al igual que los hombres.

-Constituyen un elemento estructural del relato al que el poeta parece acudir para hacer avanzar la acción cuando ésta languidece. Son los causantes de los cambios en el curso ordinario de los acontecimientos. Se reúnen en asamblea para decidir sobre los sucesos humanos. Actúan paralelamente a los hombres en un mundo en el que lo humano y lo divino se entremezclan sin llamar aparentemente la atención, y se ponen del lado de uno u otro bando, según las preferencias (Atenea está de parte de los griegos, mientras que Apolo lo está de los troyanos).

 

Paralelamente, los hombres presentan las siguientes características:

-Muestran siempre los mismos rasgos de poder, belleza, astucia, pendencia y soberbia que encontramos generalmente en los dioses. Encarnan virtudes como el patriotismo, la amistad o la fidelidad.

-También ellos se ordenan en una especie de jerarquía, en la que Agamenón es el jefe indiscutible, mientras todos los demás han de someterse a su voluntad y mando.

            -Los héroes principales (Agamenón, Aquiles, Héctor, Odiseo, Eneas, etc) tienen siempre junto a ellos, en los momentos decisivos, a una divinidad que les ordena o aconseja cómo deben actuar.

            Por último, aunque muchos de los nombres de los dioses y algunos de los nombres de héroes homéricos han podido leerse en los textos de las tablillas micénicas del Lineal B, hay relativamente pocos datos en estos documentos que nos permitan afirmar, como se ha hecho, que el mundo divino y humano de Homero es el de la época micénica, en la que situó los acontecimientos de su poesía.

 

Por encima de dioses y hombres hay un poder absoluto, irracional, que escapa a su control, el Destino. Éste se entiende como un cierto orden de los acontecimientos, que puede ser conocido mediante oráculos y predicciones, pero que nadie puede alterar, ni siquiera los propios dioses. Éstos actúan como garantes del destino y, por tanto, del equilibrio del mundo, y así castigan las transgresiones de ese orden que puedan protagonizar los hombres.

Así pues, el héroe homérico se ve sometido a un doble condicionante: el Destino y la propia intervención divina. Contra el primero no puede hacer nada, pues es inexorable. Respecto al segundo, los dioses intervienen habitualmente en las acciones de los hombres -por ejemplo, dando o quitando fuerza a un guerrero en pleno combate-. Pero también hay ocasiones en que el hombre debe decidir por sí mismo. Así pues, le queda un cierto margen de libertad.

 

7.      Rasgos estilísticos de la Ilíada y la Odisea.

-Uso de epítetos épicos: Agamenón, soberano de hombres; Aquiles, el de los pies ligeros; Héctor, el de tremolante penacho / matador de hombres; espada, tachonada de argénteos clavos; veloces naves; Trasimedes, domador de caballos; labrado escudo; negra Parca; la Aurora de rosados dedos; altisonante Zeus; Zeus, portador de la égida; Atenea, la de ojos de lechuza; Odiseo, rico en ardides; Nausícaa, de blancos brazos.

-Descripción de escenas típicas: batallas, armamento de guerreros, visitas, sacrificios, reuniones de la asamblea.

-Empleo de comparaciones con elementos del entorno del poeta o de la vida de la naturaleza y de los animales: “y se puso en camino como un león montaraz que confiado en su fuerza marcha empapado de lluvia y contra el viento y le arden los ojos al tiempo que persigue a bueyes o a ovejas o anda tras los salvajes ciervos; pues su vientre lo apremia a atacar a los rebaños y a intentar entrar en una casa bien cerrada. Así iba a mezclarse Odiseo entre las doncellas de lindas trenzas” (Odisea VI, 129 ss.).

-Uso de discursos: “El anciano Peleo… a ti Menecio, hijo de Áctor, te hizo estas recomendaciones: “¡Hijo mío! Por linaje Aquiles es superior; pero tú tienes más edad, aunque él en fuerza sea muy superior. Por eso dirígele sagaces palabras y dale buenos consejos y buenas indicaciones. Él te hará caso, pues es para su bien” (Ilíada XI, 783 ss.).

-Intervención de los dioses: “Apresuróse Atenea como un soplo de viento hacia la cama de la joven, tomando la apariencia de la hija de Dimante, famoso por sus naves, pues era de su misma edad y muy grata a su ánimo. Asemejándose a ésta, le dijo Atenea, la de ojos brillantes…” (Odisea VI, 20 ss.).

 

8.      El problema homérico.

Hasta el siglo XVII se creyó casi unánimemente en un autor único de la Ilíada y de la Odisea. La primera reacción contra el concepto tradicional de Homero surgió en Francia a comienzos del siglo XVIII. ¿Fue o no fue Homero el autor de los poemas que se le atribuyen?

8.1. La estructura de la Ilíada.

Hoy en día, tras los trabajos llevados a cabo por los principales representantes del análisis unitarista y de las técnicas de la épica oral, antigua y moderna, es posible:

-afirmar la unidad de la Ilíada y

            -decir que su estructura unitaria se debe a la obra de un solo poeta.

 

Sin embargo, la variedad de su lengua y su estilo, las numerosas repeticiones formales, los defectos de composición, las contradicciones culturales fueron la causa de que ya en el siglo XVII y hasta casi nuestros días se pusieran en duda, e incluso se negasen:

-la existencia de Homero,

-la unidad de la Ilíada, que más bien había de ser considerada como una reunión por un poeta de segunda fila, de partes o fragmentos debidos a autores diversos,

-la posibilidad de atribuir ambos poemas, Ilíada y Odisea, a un mismo autor.

Se puede decir que la crítica homérica que, durante más de un siglo ocupa a estudiosos de las principales naciones, sobre todo alemanes, parte de Wolf.

Frente a estas posturas de la crítica analítica, surgieron en el siglo XIX una serie de estudiosos que defendían la unidad de cada uno de los poemas homéricos, aunque admitían ciertas interpolaciones.

Ya en el siglo XX, a partir de la aparición del trabajo de Schadewaldt, se demuestra la estructura unitaria de toda la Ilíada y la existencia de un autor que la concibió como un conjunto y le dio la forma actual.

 

Hoy ya nadie duda de que fue uno el poeta de la Ilíada, así como de que éste pudo utilizar cantos y materiales de la tradición oral para componer con todos ellos un poema de una unidad indiscutible.

Hay unidad de acción y de estructura. La acción principal de la cólera de Aquiles se combina hábilmente con la acción más general de la guerra de Troya, que, aunque está en su décimo año, se nos presenta como recién iniciada, como lo demuestra la inclusión de los catálogos de los contendientes en el canto II, el duelo de Paris y Menelao y la presentación e intervenciones de los principales caudillos. El poema presenta una trama claramente seguida.

En el poema actúan dos fuerzas: tensión y dinamismo, por una parte, y técnica dilatoria, por otra. En efecto, el tiempo de acción no supera los cincuenta días y, descontando los tiempos de inactividad (los días de la peste, los que dura la ira de Aquiles, los del viaje de los dioses al país de los etíopes y los del ultraje a Héctor y sus funerales), quedan apenas diez días de acción. Pero el dinamismo y la tensión están conjugados con la dilación de los hechos, provocando la espera y la expectación.

Se han estudiado también las correspondencias entre las distintas partes, con las que el poeta buscó conseguir efectos dramáticos.

El Catálogo de las naves y el Catálogo de los troyanos, es decir, la lista de los contingentes de ambos bandos y sus aliados, incluida en el canto II, así como la Dolonía, en el canto X, son pasajes que parecen haber sido compuestos por separado o en época bastante anterior. No obstante, no atentan a la unidad de composición del poema.

También hay unidad de dicción, y la lengua conserva siempre su carácter artificial, incluso en los pasajes considerados más antiguos o más recientes de la tradición.

 

8.2. La estructura de la Odisea.

Como en el caso de la Ilíada, se han tomado distintas posturas respecto a la estructura de la Odisea. Incluso autores que defienden decididamente la unidad de la Ilíada, como Schadewaldt, creen reconocer en la Odisea dos autores.

Se aducen parecidas contradicciones e incongruencias a las que se creía descubrir en la Ilíada, que encuentran su explicación principal en la tradición oral.

Sin embargo, a pesar de las incoherencias que han sido señaladas en la composición de la Odisea y de las tres partes bien distintas que se pueden reconocer en el poema, su estructura es superior a la de la Ilíada:

-Toda la narración está centrada entorno a un solo héroe, Odiseo.

-No se producen grandes digresiones.

-Los viajes de Telémaco y las aventuras de Odiseo en la parte central de la obra, concebidas de forma simultánea, sirven para preparar la matanza de los pretendientes y la reconquista del trono.

-El tono general de la obra es muy semejante en todos los cantos.

 

9. ¿Un autor o varios autores para la Ilíada y la Odisea? Semejanzas y diferencias entre ambas obras.

            Ya en la Antigüedad se puso en duda que la Ilíada y la Odisea hubiesen sido compuestas por un solo autor.

            Ciertamente hay diferencias entre los dos poemas:

            -La Ilíada trata de la guerra y la Odisea de la paz.

            -La vida en Troya es distinta de la vida en Ítaca, la patria de Ulises, o en Esqueria, el país de los feacios.

            -La Ilíada responde al típico poema épico donde lo importante es el valor del héroe y sus hazañas en la guerra.  La Odisea, en cambio, se aproxima más a la novela, y en ella se rechaza la guerra y se busca insistentemente el regreso a la patria después de múltiples y azarosas aventuras.

            -Formalmente, la Ilíada emplea más símiles y comparaciones sacados de la vida real, por tratar un tema más monótono que la Odisea, que con relatos variados entretenía  a los posibles oyentes.

            No obstante, la Odisea parece compuesta como una continuación de la Ilíada, con la que comparte personajes, como Odiseo, Néstor, Menelao, Helena, Agamenón, Aquiles, Ayante. Además, episodios como el caballo de madera, el saqueo de Troya y la vuelta de los griegos en la Odisea completan los hechos narrados en la Ilíada. También la lengua es fundamentalmente la misma en ambos poemas: artificial, arcaica, con la misma mezcla de forma dialectales y el mismo carácter formulario.

            Aunque existen diferencias tanto en el estilo como en la estructura y en el contenido, no son, de todas formas, lo suficientemente importantes como para no poder considerar ambas obras de un mismo autor.

            Sin embargo, las razones aducidas por los estudiosos tampoco son decisivas. Entre los que niegan la composición de los dos poemas por un mismo autor  y los que piensan que son el resultado de un solo aedo llamado Homero, que había compuesto la Odisea ya en su vejez, se sitúan otras posiciones. Entre ellas destaca la que defiende un solo autor de la Ilíada y de gran parte de la Odisea, sometida posteriormente por un redactor tardío a una reelaboración.

 

            10. Homero, educador de Grecia.

            Estos poemas dominaron toda la educación griega, inclusive la de la época helenística. Platón nos dice que a Homero se le considera como el educador de Grecia.

            Muchos griegos sabían recitar de memoria los poemas homéricos, en los que encontraban normas para los quehaceres más diversos de la vida pública y privada. Los niños griegos se servían de los poemas homéricos como de un verdadero libro escolar.

            Pero también fuera del mundo helénico se extendió la fama de estos poemas. Así de Alejandro Magno se dice que sabía la Ilíada, a la que le debió aficionar su maestro, el filósofo Aristóteles; en ella descubrió a Aquiles, su modelo de héroe, de quien se creyó el sucesor.

            La lírica y la tragedia griegas tuvieron como fuente principal de los mitos que emplearon a la Ilíada y la Odisea; y la novela, un género surgido en época helenística, tuvo seguramente en la Odisea un predecesor, al que debió muchas de sus características.

 

            11. La transmisión de los poemas homéricos.

            Los rapsodos, descendientes directos de los aedos, y recitadores profesionales de poesía, particularmente de Homero pero también de otros poetas, fueron los encargados de difundir desde época muy temprana los poemas homéricos.

Tan grande fue la fama de los poemas homéricos que ya en el siglo VII a.C. debieron existir recitadores profesionales que no componían nuevos poemas, sino que se limitaban a recitar a Homero llevando un bastón (rhábdos) para marcar el ritmo y sin acompañamiento musical. Es muy probable que introdujera numerosas variantes en los poemas.

Según una tradición, fue en Atenas donde se fijaron por escrito ambos poemas, a partir de versiones procedentes de Jonia. Para las fiestas atenienses de las Panateneas, ordenó Hiparco, hijo del tirano Pisístrato (siglo VI a.C.), que se tuviera un texto fijo para ser recitado por los rapsodos.

Para estos profesionales de la recitación se organizaban concursos con ocasión de los numerosos festivales celebrados en toda Grecia. De esta forma, Homero se convirtió muy pronto en legado común del mundo panhelénico.

Siguiendo el ejemplo de Atenas, las demás ciudades se hicieron con un texto oficial de Homero para ser recitado en sus fiestas. Sin embargo, la transmisión principalmente oral de los poemas homéricos hizo que su texto sufriera a lo largo de los siglos una serie de interpolaciones y adiciones difíciles de precisar, en gran parte debidas a los rapsodos.

Homero pasó a ser utilizado en las escuelas, siendo sometido también a múltiples cambios por maestros poco respetuosos con el texto.

A partir del siglo III a.C., los poemas homéricos pasaron a fijarse en múltiples papiros egipcios. Por la misma época, en la Biblioteca de Alejandría varios autores griegos se preocupan por fijar definitivamente el texto de Homero siguiendo ya criterios filológicos. Entre ellos destacan sobre todo Zenódoto de Éfeso, Aristófanes de Bizancio y Aristarco de Samotracia. Estos filólogos alejandrinos se propusieron, con su trabajo sobre las numerosas copias anteriores, hacer una edición lo más cercana posible al original, según sus criterios literarios. Su trabajo sirvió para fijar gran parte del texto transmitido y su número de versos.

A Zenódoto de Éfeso debemos la división de los poemas en veinticuatro cantos cada uno, designados por las letras del alfabeto (las mayúsculas para la Ilíada y las minúsculas para la Odisea).

La edición definitiva de los poemas en la Antigüedad se debe a Aristarco de Samotracia (siglo II a.C.).

La primera traducción latina de un texto homérico fue la Odusia de Livio Andrónico (siglo III a.C.), que fue tenida en cuenta por Virgilio para escribir su Eneida.

Los códices medievales de Homero son abundantísimos. Allen, principal editor de Homero, cuenta 188 para la Ilíada y 76 para la Odisea. Contamos también con varios papiros de Oxirrinco (Egipto) y numerosos escolios o comentarios en algunos de esos códices, una especie de ediciones críticas.

Pero fue en el Renacimiento cuando se retomó con más fuerza e interés el estudio y traducción de los textos homéricos.

La edición principal de Homero se hizo en Florencia en el año 1488 por Demetrio Calcóndilis, seguida en 1504 por el gran editor veneciano Aldo Manucio.

 

 

            12. La figura de Homero.

            Sobre su época de nacimiento, las tradiciones difieren de manera ostensible, desde considerarlo contemporáneo de la guerra de Troya hasta situarlo en el siglo VII a.C. y hacerlo coetáneo de Hesíodo.

            Pero, por los datos que se pueden extraer de sus obras, no podemos situarlo en época micénica, y por las referencias o ecos literarios de su persona y obra en poetas como Hesíodo, Tirteo o Alcmán, habríamos de situar a Homero en el siglo VIII a.C.

            Los datos apuntan a que nació en Esmirna, viviría en Quíos y moriría en la pequeña isla de Ios. La vinculación a Esmirna y Quíos parece estar apoyada en la existencia allí, a partir del siglo VI a.C., de una corporación de rapsodos profesionales, los Homéridas, que pretendían ser descendientes de Homero y depositarios de los textos de sus poemas.

            De todas formas, el predominio de elementos jonios en la lengua homérica, así como el especial conocimiento local de Jonia y su hábitat, denotan gran familiaridad con la región. Y hacen de la Jonia, cualesquiera que fuera la ciudad de su nacimiento, la región griega donde Homero creció y desarrolló principalmente su quehacer poético.

            Su nombre Melesígenes, hijo del río Meles y de la ninfa Cteteida, y su supuesta ceguera son otros datos de la tradición, que ha sido, por lo demás, muy parca en la transmisión de rasgos característicos de su biografía.

            La pobreza de noticias ciertas y unánimes sobre Homero ha podido conducir hasta la negación de su propia existencia.       

 

13. La épica después de Homero.

Con su obra, Homero se convirtió para griegos y romanos en el padre y maestro indiscutido de la épica.

Sin embargo, el interés del público por conocer los antecedentes de los hechos relatados por Homero, o bien otros que éste no había incluido en sus obras, llevó a ciertos autores a componer una serie de poemas épicos que conocemos como el ciclo épico. Todos ellos son posteriores a Homero, y no van más allá del siglo VI a.C.

Son muchos los temas tratados. Destacan el ciclo troyano y el ciclo tebano:

-El ciclo troyano está constituido por sucesos relacionados con la guerra de Troya y el regreso de los héroes griegos a sus hogares. Poemas de este ciclo son las Ciprias, la Pequeña Ilíada y los Nostos (poemas sobre el regreso a la patria).

-El ciclo tebano lo forman un conjunto de leyendas entorno a la ciudad de Tebas y a su héroe principal, Edipo, y su familia. Poemas de este ciclo son la Edipodia y la Tebaida.

Consecuencia también de la obra de Homero son los llamados himnos homéricos, colección de 33 poemas, escritos la mayoría sobre el siglo VII a.C. Tres son sus principales rasgos:

-Iban dirigidos a un dios.

-Estaban escritos en hexámetro dactílico.

-Se vieron influidos por los procedimientos literarios de la épica.

Destacan los himnos a Apolo, Dioniso y Deméter.

 

                                      

 

14. Hesíodo.

14.1. Biografía.

La figura de Hesíodo no ha planteado dudas a los investigadores. Casi todos los detalles que conocemos de su vida provienen de él mismo.

Parece que vivió sobre el último tercio del siglo VIII o comienzos del VII a.C., siendo por lo tanto posterior a Homero. Creció y vivió en Ascra, en Beocia.

14.2. Obra.

Además de la épica, también es poesía narrativa la que cuenta los orígenes del mundo y de los dioses (poesía cosmogónica), o bien las distintas generaciones de dioses y hombres (poesía genealógica). Hay igualmente una poesía didáctica, sobre todo relativa a las labores del campo; calendarios de días apropiados o inapropiados para diversas actividades, y poesía exhortativa, que acumula máximas, como las que se encuentran, sueltas, en la épica.

El principal cultivador de todos estos géneros en Grecia es Hesíodo.

Entre otras obras, es autor de la Teogonía y de los Trabajos y Días. En ambas se han hallado influencias orientales y egipcias: así, el mito de Pandora o el de las edades metálicas del hombre, o la conocida fábula del halcón y el ruiseñor.

 

*Teogonía.

La Teogonía trata de ordenar mediante catálogos y genealogías el mundo de los dioses griegos, desde el Caos hasta Zeus.

Son mitos que indican la sucesión del poder desde potencias naturales o monstruosas a dioses antropomorfos e inteligentes. La evolución culmina en Zeus.

Uno de los núcleos que estructuran el poema es el mito de las sucesiones (Urano, Cronos y Zeus), que indica el proceso seguido por el mundo hasta alcanzar su perfección actual, encarnada en el mismo Zeus.

En su ordenación del mundo divino, no sigue un criterio genealógico y cronológico estricto, sino que tiene en cuenta la dignidad de cada dios.

Todos los dioses representados son personificación de las fuerzas naturales, de manera que se persigue dar una explicación divina al orden del universo.

Hesíodo combina mitos de origen oriental con otros griegos, y da una visión en cierto modo “histórica” de la evolución del mundo y el nacimiento de dioses y hombres. Los filósofos posteriores, cuando teoricen sobre el origen del mundo, no harán otra cosa que racionalizar, desmitologizar a Hesíodo.

*Trabajos y Días.

En los Trabajos y Días Hesíodo recuerda el pleito que mantuvo con su hermano Perses por la herencia paterna. Critica la injusticia de los reyes gobernantes de las ciudades, a la vez que le da a su hermano una serie de consejos sobre los trabajos agrícolas necesarios para sacar mayor provecho a la tierra.

Por ello se considera que son dos los temas del libro: el trabajo y la justicia. El trabajo es el único medio seguro y lícito para el progreso humano. Al mismo tiempo, la crítica contra la injusticia de los reyes, aunque pone de manifiesto el pesimismo del autor, se basa también en la esperanza de que triunfe la justicia.

El libro comienza con un proemio, al que suceden una serie de mitos (el de Prometeo, el de las edades del mundo) y una fábula (la del halcón y el ruiseñor). En todos ellos se aconseja la justicia, atacando a Perses y a los jueces corruptos. La larga serie de consejos desemboca en el calendario agrícola, en que se dan instrucciones para las labores del campo a partir del otoño. Luego se habla de los trabajos del mar y, tras otra nueva serie de consejos, se termina con el catálogo de los días favorables y desfavorables.

 

14.3. Diferencias entre Homero y Hesíodo.

-El mundo de Hesíodo no es el de la aristocracia guerrera de Homero, sino el de los pequeños campesinos beocios, acuciados por problemas económicos.

No se ocupa de la gloria de los héroes, sino del tema de la justicia, de los trabajos del campo, de los orígenes del mundo.

-Los personajes de Homero son guerreros. Los de Hesíodo son básicamente campesinos que cuando luchan lo hacen por necesidad.

-Mientras Homero selecciona los dioses más relacionados con los círculos aristocráticos, Hesíodo los presenta de modo sistemático, mediante árboles genealógicos.

-La finalidad de la obra de Hesíodo es meramente didáctica. En ella se encuentra un contenido espiritual y moral mayor que en Homero

-Mientras Homero no aparece para nada en su obra, Hesíodo es un poeta personal que se presenta en la suya como un individuo que tiene un papel en ella. Estableció así el modelo de lo que se conoce como poesía griega “arcaica”, característica de un período de expansión territorial por medio de la colonización y de rápido cambio social.

-Sus poemas son más cortos que los de Homero. Comienzan con un proemio bastante extenso, dirigido a las Musas y hablando de sí mismo; y continúan con relatos acompañados de exhortaciones y máximas, que se van yuxtaponiendo de forma inorgánica.

14.4. Semejanzas entre Homero y Hesíodo.

A pesar de que las diferencias entre ellos son muy notables, Hesíodo compuso su obra en el metro utilizado por Homero, y se sirvió de la lengua y las técnicas empleadas por él.

 

15. Temas y elementos homéricos que perviven en la literatura posterior.

En la Odisea vemos cómo, mientras Ulises intenta volver por todos los medios al hogar, su hijo Telémaco, por orden de Atenea, emprende un viaje con el fin de averiguar el destino de su padre y ayudarle a volver a la casa paterna.

Esta búsqueda del padre por parte del hijo, que acaba con frecuencia de una forma trágica, reaparece en el Edipo Rey, de Sófocles. Edipo cree ser hijo del rey de Corinto; no va en busca del padre, pero el destino lo enfrenta a él cuando va huyendo de su padre adoptivo, movido por la interpretación de un oráculo, para no causarle ningún daño. En su huida mata, sin reconocerlo, a su verdadero padre.

En la literatura española este tema de la búsqueda del padre aparece en Los Siete Infantes de Lara, y sirve de apoyo al tema principal de la venganza de sangre. El bastardo Mudarra va en busca de su padre y, una vez que le han matado a éste a sus siete hijos, el hermanastro deberá vengar la muerte de éstos.

Hamlet ve ante sí la imagen de su padre, muerto misteriosamente, y lo incita a vengarlo.

En las Aventuras de Telémaco (1699), de Fénelon, el protagonista renuncia a todo para buscar a su padre, hasta en el propio infierno.

El tema cobra interés en el Romanticismo, especialmente en Walter Scott.

Dostoievski, en su novela El adolescente (1875), presenta la búsqueda de un padre, que se le niega, por parte de un hijo ilegítimo a través de los más diversos ambientes del San Petersburgo de su tiempo.

En la novela Ulysses, de Joyce (1918-20), Stephen Daedalus corre tras un falso ideal al imaginarse a su padre como el artista Dédalo, pero se encuentra con un vulgar agente de publicidad. Joyce modeló sobre la Odisea de Homero la estructura, la intriga y los personajes: un hombre de edad avanzada y gran astucia, avanza errante, por entre pruebas y tentaciones, hacia su hogar, su mujer y su hijo. Mientras tanto, el joven, Stephen Daedalus, va forjando su carácter en su vagar por la vida en busca de su padre perdido. La obra termina con el encuentro de ambos.

Aparte del Ulysses de Joyce, el tema de la búsqueda del padre ha producido varias novelas en el siglo XX. Una de ellas, llevada al cine en la película Viva la muerte (1971), es Baal Babylon (1959), de F. Arrabal, en la que el joven Fando busca ansiosamente a su padre, del que sólo conserva una pipa y el recuerdo de una escena infantil en la playa.

Otro de los temas homéricos que ha pervivido en la literatura de todos los tiempos es el descenso a los infiernos. Siguiendo el consejo de la hechicera Circe, Ulises visita el mundo de ultratumba para consultar al adivino Tiresias sobre el mejor camino de regreso a Ítaca. Este mito representa la necesidad de que el valiente se enfrente con serenidad a la muerte antes de llegar a su verdadera patria. Se repite en múltiples obras de todas las épocas.

En la Eneida, de Virgilio (siglo I a.C.), Eneas, guiado por la Sibila de Cumas, visita en la tenebrosa morada a su padre Anquises, que le muestra, en una procesión de héroes que han de nacer, quiénes serán sus descendientes, es decir, los principales personajes de la futura Roma.

En la Divina Comedia, Dante, guiado por Virgilio, recorre el infierno, para llegar a través de él a su patria celestial, en donde le espera su amada Beatriz, a quien ha perdido.

En las Aventuras de Telémaco (1699), de Fénelon, el héroe pretende descender al Averno, en busca de Ulises.

 

Por otra parte, en la Ilíada aparecen unos curiosos personajes femeninos, las Amazonas. Se trata de mujeres guerreras, hijas de Ares, dios de la guerra, y de Harmonía. Son mujeres robustas y adoradoras de Ártemis. Viven en un matriarcado, en el que están ausentes los hombres. Sólo se unen con éstos una vez al año, con objeto de perpetuar la especie. Aparecen, después de Homero, en innumerables obras de artistas de todos los tiempos.

La pugna entre mujeres y hombres reaparece en las Suplicantes, de Ésquilo (comienzos del siglo V a.C.), en donde las cincuenta Danaides matan, salvo una, a sus respectivos maridos la noche de bodas.

En Aristófanes (finales del siglo V a.C.), Lisístrata organiza un complot contra los hombres.

En la Eneida vemos a Camila luchando a caballo como una heroína solitaria.

Colón informó de que las Amazonas vivían en algunas islas del Caribe. Según G. de Carvajal, Orellana las había encontrado en el río que recibió el nombre de Amazonas. En Las Sergas de Esplandián, continuación del Amadís de Gaula, se indica como patria de las Amazonas la isla de California.

El tipo de doncella enérgica y combativa reaparece en figuras históricas como Juana de Arco o Cristina de Suecia.

En la literatura española abundan estas figuras varoniles. Lope de Vega viste de hombre a María, en El valiente Céspedes y presenta mujeres valerosas en La vengadora de las mujeres, La varona de Castilla, Las famosas asturianas y varias obras más. En El alcalde mayor (1618), nos muestra un caso de auténtica emancipación de una mujer-jurista.

Tirso de Molina, en Las Amazonas de Indias (1635), muestra cómo el amor acaba con el aislamiento artificial de unas mujeres. Un caso similar al de El alcalde mayor de Lope nos lo ofrece Tirso en El amor médico, en donde un desengaño amoroso hace que una mujer se consagre a la ciencia.

Calderón de la Barca presenta un caso curioso de semiemancipación femenina en El José de las mujeres (1660).

Durante el Romanticismo vuelve a cobrar interés el tipo de la mujer intelectualmente madura.

Por otra parte, también han dejado huella en la literatura posterior personajes de la Odisea como las Sirenas o el cíclope Polifemo. Así, el famoso poema de Góngora Polifemo y Galatea describe el desdichado amor del cíclope por la ninfa Galatea, enamorada a su vez del joven Acis.