Entre el 3000 y el 1000 a.C., en el mar Egeo florecieron tres grandes culturas de la Edad del Bronce (2600-1150 a.C.): la cicládica, la minoica y la micénica.

            Las Cícladas constituyen una multitud de islas e islotes al sur del Egeo, de entre las que destacan doce. Reciben su nombre del griego kyklos, círculo.

            La economía de estas islas se basó en la pesca y el comercio. También fueron ricas en extraordinarios recursos minerales, obsidiana y mármoles preciosos, entre los que destaca el famoso mármol pario, procedente de la isla de Paros, que era tan translúcido que permitía el paso de la luz. Por este motivo, a lo largo de miles de años, fueron el destino de movimientos migratorios y objeto de numerosas agresiones.

            Además de minerales, estas pequeñas islas poseían oro, plata, cobre, colorantes naturales, esmeril (piedra dura usada por los artesanos en la industria lítica) y piedra pómez, utilizada como aislante de la humedad en los cimientos de las casas.

            Así pues, existían los recursos suficientes como para poner en marcha una rica cultura que ha proporcionado vestigios artísticos incomparables.

            La civilización cicládica precede y acompaña a la minoica y la micénica. Es la primera de la que encontramos restos consistentes en la cuenca egea y la primera también en establecer contactos comerciales con otros territorios del Egeo.

            A principios del III milenio parten desde Anatolia oleadas migratorias que poblaron las islas egeas y que dieron vida a las sucesivas civilizaciones de aquel mar.

1.      Cicládico Antiguo (3000-2100 a. C.).

El llamado Cicládico Antiguo, el Bronce Antiguo del Egeo, que ocupó más o menos el tercer milenio antes de nuestra era, es el período de esplendor de la cultura cicládica.

En muchas de las Cícladas se han encontrado asentamientos de este período. La excavación de algunas necrópolis y poblados ha permitido la recuperación de abundantes muestras de la producción cicládica. Entre ellas destacan las piezas metálicas: armas de bronce (puñales y hachas); orfebrería tanto en oro como en plata (diademas, brazaletes, collares y cuencos repujados); y objetos en plomo (barcos sencillos en miniatura, a modo de exvotos).

La cerámica cuenta con unos recipientes muy característicos, en forma de botellas globulares con asas perforadas para ser colgadas de cuerdas, decorados con líneas paralelas incisas que cubrían toda su superficie.

Pero las piezas cerámicas más conocidas de este período son unos pequeños objetos, de función desconocida, sobre los que se han formulado numerosas hipótesis, y que probablemente eran tapaderas, denominados “sartenes” de Siros, por la isla donde fueron encontrados. Se decoraban en su parte exterior con soles, líneas onduladas y en espiral -las denominadas “espirales cicládicas”- y con barcos muy esquemáticos.

Destacan, sin embargo, aquellas obras realizadas con el excelente y cristalino mármol que se obtenía en varias islas, especialmente en Paros. Además de cuentas de collar con formas diversas, el mármol se empleó para fabricar recipientes de todo tipo, algunos con formas de animales, y unas enigmáticas figurillas de mármol, de forma muy esquemática.

Se trata de representaciones abstractas de figuras humanas, casi siempre femeninas, y de dimensiones reducidas -desde unos centímetros hasta el medio metro-, salvo un par de excepciones que llegan casi al tamaño natural. Todas ellas están desnudas y apenas aparecen marcados los órganos sexuales salvo por alguna que otra incisión. Las formas son siempre de perfiles redondeados y con una fuerte tendencia al esquematismo, en parte debido a la técnica de trabajo con que se elaboraban: ésta consistía en “limar” los bloques de mármol con piedra de esmeril, una piedra dura y angulosa que se obtenía en la isla de Naxos. Ello, unido al esquematismo propio de la tradición escultórica del Egeo, que se remonta al Neolítico, produjo unas figuras muy características, de superficie lisa y modelado suave, sobre el que en ocasiones se pintaban algunos rasgos tales como los ojos o la boca.

Los estudiosos de la escultura cicládica la han clasificado en grupos estilísticos, denominados con los nombres de los principales lugares de hallazgo y por sus características. La serie de figuras esquemáticas, recortadas en delgadas láminas de mármol, se designa como “tipo de caja de violín”, que perduró a lo largo de todo el tercer milenio. Las figuras denominadas de “tipo realista” o también “de brazos cruzados”, se dividen, a su vez, en grupos, según la evolución de algunos elementos como la forma de la cabeza, la manera de grabar los detalles o de hacer el perfil de la figura. Otras figurillas representan a músicos, destacando el arpista y el flautista (tañedor del doble aulós), ambos de Keros. Algunas son figuras masculinas que representan guerreros portando una banda y un puñal en la cintura.

 

                                                      

                                              

Con las piernas dobladas y los pies extendidos, estas figuras no se sostenían de pie, salvo la excepción de los mencionados músicos) o aquella del hombre sentado que ofrece un brindis (el bebedor de Siros). Estas esculturas se depositaban acostadas, y han sido encontradas en su mayor parte dentro de las tumbas, formando parte del ajuar funerario.

 

                                                                    

         

Muchos han mantenido que estas figuras femeninas son el símbolo de la Gran Diosa Madre, diosa de la fertilidad y protectora de los muertos. Pero se trata de una hipótesis improbable, porque, aunque en menor medida, también se encuentran estatuas masculinas.

Otros autores prefieren ver en estas figuras unos amuletos para la protección de los muertos, a los que acompañaban en el otro mundo, a modo de sustitutos de sacrificios humanos; o bien como imágenes de portadores del alma de los difuntos en el otro mundo.

            Al desconocimiento de su función se une el misterio de su final. Pues, a pesar de su expansión -se conocen ejemplares no sólo en las Cícladas, sino también en Creta, Grecia continental y las costas de Asia Menor o de Palestina-, su fabricación apenas sobrevivió al paso del Bronce Antiguo al Bronce Medio, hacia el cambio del tercer milenio antes de nuestra era, cuando la cultura minoica sustituyó a la cultura cicládica en el dominio del mar Egeo.

 

2.      El Cicládico Medio (2100-1550 a.C.) y Reciente (1550-1100 a.C.).

¿Piratas, amenaza cretense, corrientes migratorias? No sabemos cuál de estos elementos (quizás todos en diferente medida) han contribuido a provocar el cambio que se produjo en las islas en el Cicládico Medio y Reciente.

Sin embargo, conocemos los testimonios materiales de aquellos cambios, gracias a las manufacturas artísticas sacadas a la luz por la arqueología. En la producción cerámica, comienzan a aparecer vasos de importación cretense y continental.

Está atestiguada la penetración cretense en el comercio de las islas al nordeste de las Cícladas. La influencia minoica en las islas afecta incluso a los ritos religiosos, el arte parietal y la escritura.

Acabada su autonomía económico-política, también estas islas se integraron en la historia más general del Egeo: primero pasaron a la órbita de la cultura minoica y, después, a la de la micénica.